Si. Basta. Hoy renuncio. No soy una unidad. No hay una sola versión de mí misma. Tengo pensamientos, sentimientos y personalidades que se andan a contramano dentro de mí. Soy la princesa y soy la más malvada de todas las brujas. Soy dulce y tierna pero también desapegada y fría. Te quiero y te aborrezco. Te odio y te deseo. La más púdica de todas las católicas y la más puta de todas las mortales.
Por eso a veces, elijo jugar, desvestirte botón a botón, piel a piel, paso a paso. Besar tu boca con paciencia y con astucia, recorrerte con mi cuerpo, inocentemente, para descubrirlo. Te hago el amor, me fundo en vos. Te acaricio lento, sin pausa, sin prisa. Te reconozco y te invito dentro mío. Dulcemente. Dulce y gozoso. Me aferro a vos, a tu mundo, con alas y con energía. Y necesito ser una sola con vos.
Y que seas uno solo en mi.
Y por eso también, es que otras veces, el juego es vil, y destrozo tus harapos como una fiera voraz, y no beso tus labios sino que muerdo tu boca, y no te recorro el cuerpo sino que te apreso y te hago mi súbdito. Las manos no acarician pero aprietan. Me regocijo en tu mirada extraviada y extasiada por como me sirvo de tu miembro para entregarme el placer. No me fundo en vos. Arremeto en lucha cual soldado dispuesta al ataque, a la guerra. La guerra en el perímetro de esa cama. Rompo en mil pedazos la armonía del amor. Armonía que se rompe en esa experiencia vital de matarte y morir para volverse a formar luego, con mis propias fuerzas de individuo...
Y es en ese punto, donde los pechos se hacen tetas, la cola culo y el pene pija. El deseo se transfigura en calentura, hacer el amor en coger, saborear en lamer y chupar. Y después de un segundo, de una fusión, de una transfusión, vuelve la calma. Y mi lobo estepario yace tendido, desnuda, en una cama como campo de batalla. Y no sé como mirarte.
Porque la contradicción que se antepone a la aceptación es más grande.
Porque solo en los momentos de extremidad es donde sale lo mas indómito de mi. Mi lado más animal. Mi lado más feroz. Mi valentía más pudorosa.
Me ruborizo y cubro mis partes, como queriendo vestir a la fiera. Taparla, cubrirla. Me trepo por tus pies descalzos, para cubrir tu desnudez y mi vergüenza. Y dibujo caricias nobles sobre tu cuerpo tranquilo.
Y te miro mirándome, para verme como me ves. Porque ya mis ojos no se miran. Mi cuerpo no se entiende. Mi mente se retuerce. Mi sexo se ha debilitado.
Me acurruco contra vos. Como formando una guarida donde resguardarme de la salvaje criatura que minutos antes había querido devorarte.
Es como pedirte que en cómplice actitud, me cubras con tus brazos y me sigas el juego. Y puedas cambiar, nuevamente, con total volatilidad, las reglas y los nombres. Y se altere de nuevo, la semántica, la desnudez, la luz y los sentidos.
Y al fin y al cabo. Todo lo que necesito, todo lo que quiero
Es lo mismo que todo individuo. Que me amen así. En mi entera totalidad.