martes, 30 de noviembre de 2010

Prefiero la duda

Sabes que le pasaba?

Le pasaba que sabía que no había segunda oportunidad.
Le pasaba que después de noches como esa, ella quedaba suspirando sobre la cama cincuenta minutos antes de dormirse. Lo pensaba y lo recordaba.
Pensaba que tal vez sí….pero se convencía de que no.
No tenía sentido ir a confesarle todo ese mar de dudas. Todas esas elucubraciones que fabulaba con él. Porque él diría que no. Y todo cambiaría de repente. Aunque por esas putas casualidades nada hubiese habido antes.
Si pero no. No pero sí.
Todo era así con él.
En segmentos cortos pero intensos, todo era sí. Sí.
Sí te quiero. Sí me gustas. Si me calentas. Si me haces volar y reír. Si me das ganas. Si me haces mas linda. Sí. Sí a vos. A mí. A nosotros.
Punto aparte y te volves un no. Rotundo y firme No.
No por tu frialdad /fingida o adquirida/ no porque no me querrás y arruinaré todo sin querer queriendo.
No por nuestra historia. Que al mismo tiempo toda esa misma historia debería demarcarnos en un Sí claro y potente.
No porque a veces me inhibís de la peor forma, no porque me da miedo que a veces me aburras. No porque sos tan pedestre. / Aunque sospeche que quizás tu teoría de que los opuestos están más cerca entre sí de lo que creemos. Como en un círculo que dibujamos sobre una hoja de papel. Y al finalizar el círculo nos encontramos en el punto de partida. Como la tierra está tan cerca del cielo. Y en el cielo tienen de vecinos al infierno/.
Hoy no voy a invitarte al teatro. Quizá te invite al cine. O a dormir conmigo.
Para solo dormir. Para besarte un rato seguido tal vez. Pero dormir como si nada de todo el otro plano existiera.
Dormir con vos para demostrarme que excedes todo ese universo sexuado y arrollador. Para incorporarte en mi mundo como algo más que un juguete sexual del cual me sirvo como base sobre la cual erigir mi mundo de corazas.
Jugar los cuatro domingos del mes. Jugar un miércoles o un lunes.
Y volver a conseguir un paseo los domingos con mis pies apoyados sobre la guantera.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Yo-mi otro yo- Y vos

Y o m e q u i e r o. M e c o n o z c o y m e a m o .
Me soporto, me peleo y me maltrato y también me mimo y me cuido.
Yo paso 24 hs conmigo misma.
Soy siempre la que está del otro lado del espejo (en el reflejo).
Soy siempre las mismas críticas e intransigencias. Soy siempre la ingenua, la sonsita,
la más fierita.
Pero siempre soy también, la más sexuada, la pasional, la más extremista y la más bonita.
Me acuno en noches tristes, me toco en noches de insomnio, me ato trenzas y me pongo crema (confiesoque poco).
Siempre se repite mi mundo en mí.
Cuando pinto un cuadro, cuando fumo mirando por la ventana.
Siempre soy la que viaja conmigo en el ascensor.
Siempre están mis ojos para mirarme desnuda en la bañera, siempre son mis manos sobre mi cuerpo… siempre es mi voz en la conciencia.
Camino conmigo, corro conmigo, bebo conmigo y juego juegos con mis únicas reglas.
Salvo cuando estoy con vos
Ahí mi mundo ya no es mío solo.
Ahí son mis manos y las tuyas- Nuestras.
En la cama o sobre la mesada, son mis deseos, los de ella y los tuyos.
-Los nuestros-.
En el colchón recae mi piel y la tuya. Ambas
En los diálogos, ya no es solo mi voz, mi mundo y mi óptica. Es toda una página donde inventar todo un mundo nuevo. Con lo que sale de tu boca, con mi proyección del mundo, con tus ideas y mis ademanes.
En mis pinturas, escritos y partituras, está tu mirada, tu apreciación y tu respeto.
Estás por mí, en donde yo te pongo, donde mi mundo te dispone, en cuerpo, alma, deseo y tiempo, pero también sos vos desde el afuera. Del otro lado del cristal que recubre mi esfera.
No soy más unas vacaciones en base single, ni el cuarto de helado sola. No soy más un número impar (por más que casi siempre seamos tres).
Dejo de tomar decisiones sola, no porque no pueda tomarlas sola, sino porque elijo escucharte y tomar tu ayuda. Con vos ya no hay un lado de la cama tendido por las mañanas. Ni soy mi solo juego de reglas únicas. Dejo de lado un poco de mi ser y me vuelvo algo completo. Se pone en práctica la Gestalt y el todo es más que la suma de las partes.
Vos me das, no solo la posibilidad, sino que también el placer de salirme por un momento de mi. De lo que soy, de lo que he sido. Porque me amo. Pero a veces me canso.
Y no solo me das posibilidades, sino que te dejas. Me dejas entrar en tu mundo. Pasear por los recovecos de los lugares, por los sabores de tus dulzuras y por las bases y fundamentos de tus ideas.
Vos en mi. Yo en vos.
Yo contigo, tu conmigo.
Cada vez que hablo con vos, que te miro, que te observo, que te aprendo, es como una proposición a salir a jugar.
A veces me gritas desde la vereda mientras me asomo al jardín, otras tocas el timbre y te anuncias modificando la voz. Y siempre es tan bonito jugar con vos.
Jugar con otro.
Para dejar de ser uno. Para volverse un otro.
O ni otro. Ni uno.
Sino algo nuevo. Bonito, radiante y renovado.
Seguramente, mejorado.
Practicar la paciencia y la inocencia, para asombrarse siempre ante lo nuevo.
Y ante lo conocido.
Ejercer la piedad y el consuelo. La amistad, el amor, el cariño.
Es la exacerbación de estar vivo. Es la plenitud. Es el viaje de todos los tiempos.
Viajar es como Enamorarse  .
Enamorarse es como jugar.
Enarmorarse es como vivir. y estar vivo.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

Pupurrula II

Yo soy de la clásica estúpida que textea cosas como:
A veces, aun hoy, me pregunto si me hubieses hecho volar al hacer el amor.
Vos sos de la clase de hombre que me responde:
No sé si te hubiese podido hacer volar,

tan sólo sé (y no debería decirlo)
que yo no puedo
hacer el amor
sobre la tierra.

Y la tierra se me parte, la música me recuerda una sonrisa que nunca ví y tu boca me sabe más bonita que ninguna otra cosa en el universo entero.

sábado, 20 de noviembre de 2010

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Al kiosquero de mi vida

Desde tu edad a la mía, he dejado de disfrutar del centenar de gente que se agolpa en un boliche los sábados por la noche. Entonces, a pesar de mis insaciables ganas de estar con vos, no podes pedirme que te acompañe todos los fines de semana a bailar. Perdón.

He dejado de ver a las personas por el tamaño del busto, los pectorales y el tamaño de su nariz. Me interesa ahora, mucho más un hombre con inteligencia y humor antes que uno guapísimo pero algo sonso. Por eso me sorprende que yo te mire con esta cara de boba cuando me sonreís. Si apenas sos un niño!!.
A mi edad, yo disfruto de levantarme a las 9 de la mañana los domingos. Dormir hasta las dos de la tarde ya me parece imposible y casi que una pérdida de tiempo. Pero juro que respeto que duermas toda la mañana mientras yo limpio el baño, hago las compras en la verdulería, tomo más de 60 mates y salgo a caminar por el parque.
Disfruto más, sentarme en un barcito con amigos que un boliche plagado de gente bailando. Porque un viernes, en general, tengo ganas de compartirlo con gente que realmente conozco y quiero, y no persigo el fin de quebrarme del pedo, sino tomarme uno o dos daiquiris mientras río como siempre. Pero tranquila, sin tanta exaltación.
A tu edad, veía a mis amigos casi todos los días. Como mucho cada tres días. Hoy los veo mucho menos, las obligaciones laborales y/o maritales se han antepuesto a nuestros horarios. Aunque no a nuestro cariño ni nuestra forma de relacionarnos. No me mires con cara extraña, no es que no los quiera. Pero ellos están ocupados, y yo también. Por otro lado, ahora disfruto mucho más de estar sola. He aprendido a ser mi mejor compañía. Ya entenderás de qué se trata. O no.
Con tu edad no concebía ni pensar en familias, ni hijos, ni nada sólido por más de dos horas. Porque eso parecía lejano y estaba lejos de ser algo en lo que pudiera o quisiera concentrarme. Pero tampoco quiere decir que vaya a pedirte que nos casemos ni que tengamos hijos ahora.
En mis 19, yo salía con polleritas que apenas me tapaban la cola, me subía a unos tacos que me daban, mínimo, 10 cm más. Andaba de musculosas apretadas y escotadas. Hoy no me subo a esos tacos porque ya me hacen doler a la media hora de estar sobre ellos, y me pone incómoda la pollera tan corta. Ni hablar de las consecuencias obvias de cargar una musculosa escotada con semejante par de tetas. Ya no me causan gracia las guarangadas ni me parece atractivo que un tipo me mire más los pechos que la cara al hablarme. Si vos necesitas eso en una minita, entiendo sí, que vuelvas a ellas.
A tu edad, aún me hablaba con la mitad de mis compañeros del cole. Hoy por hoy, me hablo solo con algunos. Eso es algo que me recuerda el paso del tiempo.
Y pese a todas estas diferencias, puedo sentir lo bien que la pasas estando conmigo. Porque yo lo paso igual de bien.
Y quizás, es solo que soy demasiado estructurada para algunas cosas, y pensar que sí se puede construir algo con tantas diferencias, me resulta casi imposible.
Por lo pronto, no podré volver a ponerme una minifalda de 20 cm, pero puedo, con toda la desinhibición que logré desde tu edad a la mía, desnudarme para vos cada noche. Puedo cocinar los miércoles y puedo enseñarte de otras cosas. Podemos hacer de cuenta, que a veces vuelvo a ser nena y jugamos a esos juegos de los que ya me he olvidado las reglas. Podemos jugar, a que vos me miras y yo me sonrojo. Podemos caminar de la mano. Podemos hacer fiaca todos los domingos.
Puedo retratar tu cuerpo hermoso y adolescente. Puedo contar los pelos de tu barba y los lunares de tu espalda. Puedo acariciar tu cuasi virginidad con soberano respeto, para no lastimar tu ego, ni tu inocencia, y mucho menos tu virilidad.
Al fin y al cabo, lo único que espero de un hombre, es que sepa jugar y jugar, volar y volar, y hacer el amor jugando. Y volando.
Y vos, podes con ambas cosas.
Qué más puedo pedir?

Amor Primario II

Y jugar por jugar
sin tener que morir o matar,
y vivir al revés
que bailar es soñar con los pies

viernes, 12 de noviembre de 2010

Amor en números redondos

El tenía un blog. Maldito blog.

Atrocidades desmenuzando como lamía vaginas cada noche, como divagaba errante por cuerpos que no le pertenecían.
Exponía toda una sexualidad que le era tan impropia como dolorosa.
Yo tenía un blog. Armaba frases y conjugaba verbos. De amor, de destinos confabulados, de mentiras y sueños truncos. De tetas y culos en desfiles baratos.
Así nos conocimos. Entre tildes, canciones, fotografías y algunas noches de desvelo.
Un vuelo de aerolíneas me llevó a dormir con él por la módica suma de 460 pesos.
Un conjunto de encaje negro de 140 pesos le regaló la mejor vista de un cuerpo en refacción. Un vestido de breteles finos de 80 pesos en liquidación. El regalo de un mate con bombilla de alpaca por 40 pesos. Y miles de recuerdos que Visa no dijo poder costear. 6 pagos sin interés para vivir una historia que acabó antes de pagar la cuarta cuota.
Estuvimos meses divagando entre peleas por su obsesión impulcra de pezones y labios rosados. Entre amores y frases prefabricadas. Secretos y confesiones que daban dolor y esperanza. Confidencias sonsas que no nos llevaban a nada.
Descubrí en él alguien tan acertado como para bajarme la guardia. Alguien tan paciente como para ir venciendo uno a uno mis porqués, mis para qué. Tenía todo el tiempo del mundo, tenía toda la inteligencia para responder a cada uno de mis pedidos.
Me adivinó aún sin casi conocerme. Me leyó cada uno de los renglones que escribí para él
y muchos tantos que escribí para otros.
Yo volvía de esa ciudad llena de magia y notaba sonriente que su blog se había actualizado. Y leía un relato entero sobre escenas que en nada se asemejaban a la de ese fin de semana. Yo no usaba medias de red, ni tenía lunares en la espalda. No era yo quien se maquillaba delicadamente ni quien le bailaba como una puta en celo.
Pero buscaba coincidencias. Me buscaba en esos relatos que uno a uno fui coleccionando con estúpido orgullo.
Me creí una a una sus mentiras.
A veces era tan dulce y tan único, que me convencía de aceptar que no era un alma solitaria. Y llegué a pretender que no me dolían los pétalos que él deshojaba sobre otras curvas. No me molestaba que anduviera emborrachándose del néctar de otras bocas de saliva agria.
Es un hombre magnífico. A pesar de todo lo sostengo. Lo creo. Lo afirmo.
Entre boletos de avión y pasajes terrestres forjamos algo que acabaría con dos pastillas de éxtasis y mucho alcohol.
Compré medias de red por 18 pesos. Compré flores para el centro de mesa por 12 pesos cada ramo. Un babydoll de transparencias por 65 pesos. Un vino tinto que manchó mis sábanas por 34 pesos y un pañuelo de seda de la India por 3 dólares para taparme los ojos y no verlo jugar conmigo, para taparle los ojos y no dejarlo ver que era yo quien jugaba con su piel.
Pasados de vino y del sexo en exceso el tiempo deshizo.
Nos excedimos.
Fui más suya que mía. Y temió pavoroso cuando se hizo más de mí que de su ser.
Cuando su aire fue mío respirándolo, cuando sus ojos vieron el universo infinito confabulado dentro de mi sangre, ardiente en mi pubis, cuando su piel se hizo de mi carne y su saliva supo más a mí que a su sabor.
Huyó.
Un post it de 100 hojas en colores flúor de 7 pesos. Un taxi desde la diagonal al aeropuerto. Un boleto para asiento impar. Un viaje en remis. Y 600 pesos para alejarse de mí.
Un post it en la heladera que anuncia que no volverás.
Un post it que dejaste diciendo: “todo fue una mentira. Siempre me gustaron tus no. Y anoche fuiste sí”.
Un dolor prorrateado.
Hoy pago la última cuota en un rapipago y me siento en la plaza de la esquina a mirar el recibo que acusa, que una a una, las cosas que compré, me pertenecen. La historia de amor que compré en cuotas ya es mía.
El recibo de Visa está en la heladera con un imán que lo sostiene, al lado de tu post it amarillo. Y yo vacío la botella de coca del pico, mientras me acuerdo de todo.
Y recuerdo el vino. La mancha sobre las sábanas.
Y en la bolsa que se llevará el camión de la basura mañana, están las sábanas, la botella de vino, el post it, tus recuerdos y mi dolor.
El recibo de Visa se queda acá.
Para recordarme cuán estúpida se puede ser.
O se quiere ser.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Superficies de placer

Nada personal. Es simplemente hormonal. Quiero verte. Necesito verte.
Quiero besarte. Recorrerte. Más que hacerte mío, hacerme tuya.
Porque desde que te conocí, ya no soy mía.
Mis deseos son tan tuyos. Mis fantasías cobran vida sobre las sábanas por las noches
y rechino los dientes de placer en las mañanas.
No es algo personal. Es simplemente hormonal.
Es mi cuerpo que está cansado de buscar donde guarecerse.
Donde volcar uno a uno los besos que me guardo. Los secretos que me callo.
Los verbos que alucino a la distancia.
Es mi deseo que clama por piedad. Es mi pubis quemando, latiendo, contrayéndose.
Son mis pechos entumecidos. Mis labios quebrajados. Mi ser sexuado.
Nada personal. Simplemente hormonal.
Desearte como sé que te tendré. Con la boca deseosa.
Con los labios dispuestos, con el miembro tieso, tu desesperación a flor de piel.
Bajo mío. Sobre mí. Contra mí. Por detrás. Como tomándome tuya. Haciéndome nuestra.
Tu saliva sobre mi piel, mis pies pequeños contra tu pecho, mis cabellos sobre tu espalda, mis ojos todos sobre ti.
Te quiero entero. Mío. Todo mío. Entero.
Rellenando mi ser. En cada espacio. En cada hueco. En la superficie. En lo profundo.
Fuerte y suave. Violento sobre mí. En nuestro lenguaje obsceno.
En nuestro lenguaje nuestro.
Esta vez con ojos y con piel. Conmigo ahí. Sin ella. Yo, con vos. Con todos mis órganos vivientes y latentes, centrados en vos. Orbitando sobre mis deseos y tus necesidades. Sobre el piso, duro contra el piso quieto. Inmutable. Sosteniéndonos.

Chuparte.                    Lamerte.              Absorberte.
                 Verte.                        Tenerte.
Besarte, comerte un poco. Quedarme con una parte de vos en mí.
Sentir tus partes sobre todo mí. En todo mí. Adentro de mí.
Traspasarte. Quedarme en vos. En una parte de vos. Escindir mi deseo y mi persona. Para que una parte juegue de vos, mientras la otra te aprehende. Aprehenderte mientras te deseo mío, aún a pesar del paso del tiempo.
Volveré a vos, sabiendo que esto es una mentira.
Que no hay nada de hormonal en esto.
Pero sí, todo un asunto personal.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Que noche la de anoche!

Hechos fácticos que me sucedieron en la fiesta de casamiento:

- Me emborraché con el vino de la cena. Osea, para cuando empezó la joda, yo ya estaba puesta.
- Estuve 15 días con una dieta que otorgaba 960 calorías diarias. No exagero.
Eran 960 contadas. Necesitaba usar ese vestido. Tenía que usarlo. Finalmente, después de morir de hambre durante 15 días, asistí al casamiento con ese vestido. Pero, en consecuencia, durante la fiesta, ingerí 8900 calorías. Todas juntas. Hoy siento que estoy a punto de explotar de un empacho. Mi hígado agoniza, mi estómago rechina y mi cabeza va a explotar en cualquier momento. La gente debe haber creído que hacía meses que no comía.
- La mitad más una de las fotos acusan que bailé todas las canciones con los brazos arriba. Habré creído que era sexy? O solo estaba muy borracha?
- Las fotos también acusan cierta clase de pose intentando ser sensual. A describir: Labios como patito, o conejito…o no sé qué animal, pero juro que no era sexy. Los ojos entre cerrados no da aspecto de sexy, pero sí de ebria total.
- Acostarme a las 9 de la mañana ya no es algo que mi cuerpo soporte.
- Ser sola en un casamiento es la muerte. La gente intenta engancharte con cuanto soltero hay en el salón. La próxima juro que me alquilo un chongo solo para no asistir sola.
- De souvenir, daban unas copas grabadas con las iniciales de los novios. Con tanta suerte que sus iniciales son las mismas que mi nombre y apellido!. Recibí uno con gusto y me regalé una copa extra en el bolso. (Sí, bien Argento lo mío, pero pensemos …cuándo uno brinda sola?)
- Me olvidé el auto en la fiesta. (sí, ya sé. Eso fue el colmo. Pasa que desde que me mudé al centro ya no acostumbro salir en auto. Me olvidé que había ido en auto. No sé cómo sucedió. Eso sí fue mucho. Lo sé. )
- Me pasé la noche jurando que no estaba borracha. Eso fue el primer síntoma claro de que estaba perdida.
- Yo habré olvidado el auto y habré comido como porcino, pero la más tarada de la fiesta, llevaba un vestido blanco en un casamiento, y no era la novia precisamente.
- Cualquier persona, sin excluir a los abuelos de los novios, fueron excelentes parejas de baile.
Como conclusión y a favor de mi defensa, puedo decir que en mi casamiento, no habrá ni festejo ni alcohol.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Albahaca,oliva y ajo

La música aturdía. No cabía una voz en el recinto. Pero nosotros no necesitábamos palabras para hablarnos.

Bailábamos.
Me corrijo.
Yo bailaba.
Vos seguías mis movimientos con los ojos un poco idiotizados y otro poco endemoniados. Me sostenías la mirada. Apoyado sobre los parlantes que de seguro hacían vibrar todo tu cuerpo. Los brazos cruzados de lado a lado. Una sonrisa socarrona pero estimulante.
Se movían mis brazos, se contraía mi abdomen, palpitaba mi sexo y se quemaba mi piel.
Y estaba toda tu intimidad expandiéndose.
Con uno de los placeres más exquisitos me fui por un momento de allí. Volé.
Y aterricé cuando sentí tu puño entero sujetándome de la nuca. Agarrándome del pelo, como liderando una orden. Me mirabas de esa forma. Con esos ojos. Por un momento todo un frío opacó mi borrachera.
Arrimabas mi cuerpo contra vos, con fuerza y claro dominio. Tu puño seguía en mi nuca y me arrimabas con prepo contra tu cuerpo, tu piel, tu deseo férvido.
Estaba clarísimo que mi espectáculo un poco ingenuo había encrespado todo tu ser.
Había despertado todo eso de vos que me miraba así.
Entre algo de violencia, de ansías y de enajenamiento, dejé que hicieras de mí lo que querías. Aunque por momentos me sintiera acorralada entre tus huesos, entre tu deseo y tu necesidad. Mi miedo consentía cada paso que me hiciste dar hasta terminar en ese oscuro rincón donde todo acabaría….o empezaría.
Nada de tu ira o de tu perversión me era temible, ni desconocido.
No podías hacerme daño.
Entre la pared oscura y yo, estabas vos. Apretado. Acorralado. Estabas como querías.
Sé que te gustaba sentirme pequeña. Apretabas mi cintura entre tus manos, como queriendo desagarrarme la carne. Oprimías con tus diez dedos mi cintura para que inevitablemente mis pechos buscaran refugio contra tu pecho. Apretabas la carne, sabiendo que mis ojos se perderían desorbitados, sabías cada una de mis reacciones.
Éramos nosotros perdidos en una multitud de oscuridad. Nosotros. Dos. Iluminados.
Luces encendidas.
Éramos dos besándose como recién vueltos de la guerra, dos expandiéndose y contrayéndose. Jadeando. Respirando entrecortado. Recorriéndose. Reconociéndose.
Éramos dos hasta que dejamos de serlo. Y sentí mi cuerpo entre vos y él.
Había una lucha secreta entre ustedes. Podía sentirlo. Afirmaban su sexo contra mí con virilidad y estoicismo, para delimitar el espacio confinado que habrían de dividirse de mí.
Entre la pared y yo, vos. Entre vos y él, yo. Entre nosotros, la multitud que bailaba.
Y como un impulso de pura natura, como felina en celo, respondía mi cuerpo.
Se contorneaba mi espalda para recibirlo. Con mis ojos clavados sobre vos, consentía como él se apoyaba con todo su miembro caliente y erecto sobre mí. Miraba tus ojos y sentía su respiración en mi cuello, inundándolo de saliva tibia y húmeda. Y sentía tus manos en mi cintura y tu boca en mi boca y sus manos en mi piel, recorriendo mis pechos, abriéndome la piel.
Y te ví mirarlo. Y te ví mirándome. Te ví mirándonos. Sintiéndonos.
Nos sentiste.
Me odiaste por un segundo, al mismo tiempo que entre vos y yo crecía algo que jamás nadie más podría romper.
Te ví mirarlo con asco y con deseo. Por un momento creí verte besándolo.
Los ví peleando como dos leones en pleno amazonas, entre la multitud de gente que seguía la fiesta tan ajena a todo eso que había en el rincón. Y los sentí desgarrándome como una presa inhábil, pero como una presa sádica que solo se retorcía por el placer de todos esos cuerpos dándole vida a mi vida. Sabor a mi ser, vida a mi pudor.
Y éramos tres. Pero vos y yo, sabemos que éramos dos.
Que a veces lo que sobra suma y lo que suma fortalece.
Él era parte del decorado que nos llevamos a casa para satisfacernos, cuando no nos somos suficientes en el tacto.
No en el amor. Nunca entre nosotros.
Nunca al hacer el amor, entre nosotros dos.

U f a

Por qué se me vendrá todo el amor de golpe
                cuando me siento triste y te siento lejano?