domingo, 4 de septiembre de 2011

Caperucita, yo, vos y el Lobo.

Resulta que más de una vez me ha tocado vivir situaciones incómodas.
He fracasado más de una vez al tratar de decir algo y volverme tartamuda por el nerviosismo que me das.
He soportado dolores y he escondido lágrimas detrás de sonrisas prefabricadas.
Yo me sentí dentro del cuento del lobo y caperucita.
Vos eras rojo y yo era peluda en esta versión.
Yo representaba para vos todo el peligro, toda la perversión.
En el fondo caperucita y el lobo eran iguales.
Ella era una loba feroz, insaciable, voraz, altamente natura.
El un burgués disfrazado de lobo. Quería una esposa e hijos.
Tu paseo por el bosque resultó interrumpida por mi capa corta, sugerente y roja. Rojo sangre. Rojo pasión. Rojo carmín.
Fue una interrupción necesaria. Pasajera, fugaz. Algo dolorosa. Pero necesaria.
Instintivamente me vestía de ella con faldas ceñidas al cuerpo..rojas, cortas, sedosas. Con estiletos, liga y porta ligas, negras, opacas, suaves…
Blusa, capa y canasto en mano.
Me interpuse en tu camino. Me metí dentro de tu camino. En tu paseo. En vos.
Y con fuerza y torpeza, apoye mi sexo endemoniado y poseído cada vez mas húmedo contra vos. Con ojos de caperucita te mire. Cubierto de vello. Cambiado. Te mire expectante de cuan feroz podían ser tus brazos, preguntándome cuanta fuerza serias capaz de penetrarme.
Ansiosa del momento.
Entendí antes que tarde, que no podrías. Estaban dándote a la princesa de otro cuento. Los libros se habían mezclado y la actriz porno de una película se había metido en tu cuento, tu paseo y en tu miembro.
Intenté evita que lo notaras. Pero la acumulación de líquidos en mi boca y en mi sexo era una respuesta instintiva. Como la baba de los perros de Pavlov. Aunque vos no supiera quien era Pavlov y yo no tuviese cerebro para controlarlo.
Botón a botón deje caer la pollera roja. En tus ojos no cabían mi desnudez cálida, ni las curvas finas. Nada concordaba con las imágenes de mil caperucitas.
Y todo acabó tan pronto empezó.
Una tarde de domingo acabe por abrazarte con la cavidad de mi boca llena de saliva húmeda, llena de mi calor. Te vacié. Saqué una parte de vos.
Me fui a regocijarme a un costado.


Esa fue nuestra última cita.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Que afortunado lobo.

Georgia SinClaire dijo...

Ahjá...

Cuando escuché la canción de Ismael Serrano que habla de Caperucita, saqué conclusiones muy parecidas a estas.

Hay de esas historias.
De las que uno es Caperucita o de las que uno es Lobo.
(En el fondo todos somos un poco de todo.. Aunque a veces, actuemos sólo un papel)

Abrazo grande, C.

Amor primario dijo...

Shunca...pensalo. Capaz caperucita se llevaba la mejor parte!

Geo...algunas somos zopencas y demoramos años en entender todos somos caperucita y el lobo. La exquisitez, reside mi querida, en el equilibrio justo y sabroso.
Le mando un deseo extra para navidad.